Riesgos de la cesárea para la madre
La mejora de las condiciones higiénicas, el desarrollo de nuevos fármacos anestésicos y de la cirugía, han mejorado espectacularmente la supervivencia en esta operación. Sin embargo, esta confianza en los avances de la medicina no debería impedirnos ver la realidad, y es que el riesgo de muerte materna en la cesárea es de cuatro a seis veces mayor que en el parto vaginal. Este dato en sí mismo ya justificaría el intentar evitar todas las cesáreas innecesarias.
La mortalidad materna en la cesárea puede ser debida a complicaciones con la cesárea o la anestesia. Las más graves son las hemorragias que a veces obligan a extirpar el útero de la mujer (histerectomía) como única forma de detener el sangrado imparable y salvar su vida. Y las trombosis o embolias (coágulos de sangre que se trasladan a otros órganos del cuerpo, como los pulmones o el cerebro, y taponan las arterias o venas). No son complicaciones frecuentes, afortunadamente, pero sí muy graves. Además del riesgo de muerte materna, perder el útero o tener que permanecer ingresada en la UCI son situaciones dolorosas que pueden dificultar el inicio del vínculo con el bebé o la lactancia.
Otro problema serio son las infecciones: puede haber una infección del útero, de la vejiga o de la herida y la piel que la rodea. También puede haber errores en la cesárea, es decir, en ocasiones se corta de manera accidental la vejiga o el intestino, que son los órganos que se encuentran pegado al útero, entonces, aumenta el riesgo de infección abdominal grave (peritonitis).
Siempre que se realiza una cirugía abdominal, existe un alto riesgo de que se produzcan adherencias. Estas son una especie de cordones de tejido fibroso que fabrica el propio cuerpo después de la intervención al pegarse las superficies sangrantes que se han cortado y suturado a las paredes de los órganos vecinos.
Estas adherencias a veces no ocasionan ninguna molestia y la mujer ni siquiera sabe que las tiene. Pero en ocasiones, dan muchos problemas. Por ejemplo, a veces, entorpecen el tránsito intestinal y, por eso, algunas madres, meses después de su cesárea tienen los síntomas típicos del colon irritable. Algunas veces las adherencias pueden incluso producir una obstrucción intestinal muchos años después de la cesárea. Lógicamente, cuantas más cesáreas ha sufrido una mujer, más propensa es a las adherencias y a que estas produzcan síntomas.
En otras ocasiones, las adherencias dificultan un nuevo embarazo, ya que pueden obstruir las trompas, o producir dolor en las relaciones sexuales e inflamación pélvica. Además, la cesárea condiciona el futuro reproductivo de la mujer. La cicatriz uterina aumenta el riesgo de complicaciones en los siguientes embarazos: desde los abortos espontáneos hasta la placenta previa, la placenta acreta, los desprendimientos de placenta y el riesgo de rotura uterina.
Las complicaciones de la anestesia también son variadas. La primera de todas se suele obviar, y es que la anestesia a veces no produce efecto. Esta es una experiencia muy traumatizante y que a veces produce un síndrome de estrés postraumático. Otras complicaciones pueden ser el espasmo bronquial, los dolores de cabeza que pueden seguir a la anestesia raquídea, y muy raramente, aunque gravísima, la reacción alérgica o shock por la anestesia.
El sufrimiento psíquico que origina la cesárea suele ser omitido en la mayoría de los trabajos que describen los riesgos de la intervención. La cesárea aumenta el riesgo de sufrir depresión posparto y síndrome de estrés postraumático relacionado con el parto, la herida emocional. Llamamos herida emocional al imparto psicológico que deja la cesárea en la madre. Desde el momento en que se hace un corte en el abdomen y en el útero de la mujer para que nazca su hijo, es decir, cuando nacer conlleva una alteración tan importante de la integridad física de la mujer, podemos saber que el impacto psicológico existirá. Esto no quiere decir en absoluto que la cesárea afecte a todas las mujeres de una misma manera.
Riesgos de la cesárea para la salud del bebé
El paso por el canal del parto es algo muy saludable para todos los recién nacidos y no un capricho: conforme atraviesan el canal, los pulmones se comprimen y se libran de líquido, preparándose así para respirar por primera vez. Esta “puesta a punto” de los pulmones también ocurre en otros órganos del bebé durante el parto vaginal (cerebro, intestino…). Los niños que nacen por cesárea en cambio, no reciben esa especie de masaje pulmonar y, por eso, con frecuencia, presentan el llamado síndrome de distress respiratorio: respiran más rápido y superficialmente, lo que hace necesario su ingreso en la UCI de neonatos para recibir oxígeno. Esto se produce con más frecuencia en las cesáreas programadas, en que no ha habido previamente contracciones de parto.
Otro problema con la cesárea es el riesgo de prematuridad yatrogénica (producida por la propia medicina), es decir, los riesgos que conlleva nacer antes de tiempo y, sobre todo, antes de estar preparado. Esto sucede cuando las cesáreas o las inducciones se programan.
También, produce síntomas de prematuridad yatrogénica hacer una cesárea sin trabajo de parto a un bebé maduro por la ya mencionada “puesta a punto”. Pensar en el bebé debería ser el mayor motivo para evitar al máximo las cesáreas programadas: estas se suelen planificar en función de los médicos y no del bebé. Si se esperara a que se iniciara el parto y la cesárea fuera imprescindible, tal vez, tendría que hacerse a las 3 de la madrugada, lo que podría resultar más incómodo para los profesionales. El bebé, sin embargo, saldría mucho mejor después de haber tenido unas cuantas contracciones de parto y de haberse preparado para nacer. Él mismo habría elegido su fecha de nacimiento y se evitaría el tener que ir a la UCI neonatal por problemas respiratorios.
Un peligro más frecuente de lo que se piensa es que el bebé sea cortado en la intervención. Se estima que esto sucede en torno al 2 por ciento de las cesáreas (o incluso más si el bebé se encuentra de nalgas).
Cuando menos se respeta la fisiología del parto – cuando se pone a las mujeres a parir acostadas, se les rompe la bolsa o se les administra oxitocina intravenosa de manera rutinaria -, más se pone en serio peligro la salud del niño y de la madre. Esta paradoja ha dado lugar a un incremento de las cesáreas, pero sobre todo de las “innecesáreas”: operaciones que no eran en absoluto indispensables o que se podrían haber evitado si el parto se hubiese atendido de otra manera.
Dificultades para amamantar después de la cesárea
Con la lactancia materna sucede algo similar a lo que acontece con el parto: a pesar de ser un maravilloso sistema para nutrir al bebé y ofrecer numerosas ventajas para la salud de la madre y del niño, su inicio y mantenimiento se ven seriamente amenazados por numerosos protocolos obsoletos y por consejos de supuestos expertos en la materia que no se basan en la evidencia científica. Aunque la mayoría de las embarazadas expresan su deseo de amamantar al bebé, el porcentaje de mujeres que consigue mantener una lactancia exclusiva los seis primeros meses, o combinada hasta los dos años de edad, tal y como aconseja la Organización Mundial de la Salud es mínimo, casi anecdótico. Y como sucede con el parto se suele negar reiteradamente que la lactancia es una experiencia intima y muy sensual que se establece entre dos personas, madre e hijo, y en la que los profesionales no deberían inmiscuirse salvo para facilitarla con la máxima humildad y respeto. Si a esto añadimos la desmesurada presión de la industria láctea por conseguir que las madres den el biberón a sus hijos a través de métodos cuestionables, resulta fácil entender que sean muchísimas las mujeres que abandonan la lactancia en los primeros días o semanas después del nacimiento, convencidas de que no tienen suficiente leche o de que su leche es de mala calidad.
En este contexto, resulta fácil comprender que amamantar después de una cesárea sea como poco una ardua tarea, y en la mayoría de los casos una verdadera carrera de obstáculos con un final temprano y triste: una vez más, la madre siente que su cuerpo le ha fallado en algo para lo que en teoría estamos preparadas todas las mujeres. Así, a la experiencia de parto frustrado se añade la pena por no haber podido amamantar o, aún peor, sentirse culpable por no haber ofrecido a nuestros hijos “lo mejor: la leche materna”.
Un estudio señaló que las madres que daban a luz por cesárea urgente presentaban niveles más bajos de oxitocina y prolactina, las hormonas de la lactancia, en las primeras cuarenta y ocho horas del posparto. Otros autores también han concluido que las madres que dan a luz por cesárea presentan un riesgo tres veces mayor de abandonar la lactancia en el primer mes. Sin embargo, las diferencias en la duración de la lactancia entre las madres que han dado a luz vaginalmente y las que lo han hecho por cesárea desaparecen después del primer mes. Por lo tanto, resulta evidente que, después de una cesárea, las madres necesitan un apoyo especial e individualizado y un seguimiento estrecho en el inicio de la lactancia.
El retraso en la subida de la leche tras la cesárea: casi todos los estudios asumen o concluyen que la subida de la leche se pospone más en las madres que han parido por cesárea. En la mayoría de los hospitales, los niños nacidos por cesárea tardan más en realizar la primera toma, reciben más biberones los primeros cuatro días y hacen menos tomas nocturnas.
Si la cesárea ha sido programada sin que haya habido un trabajo previo de parto, aún se dificulta más el amamantamiento porque ni siquiera se ha dado tiempo a que las hormonas del parto y lactancia empezaran a producirse.
El problema básico de la lactancia después de una cesarea ya no es la industria láctea o la presión en el hospital sino tu propio cuerpo. Imagino que hablas por conocimiento teórico, pero yo hace un mes tuve una cesarea y doy pecho a demanda des del primer momento en que me llevaron a la habitación y es cierto que iba muy mentalizada pero igual de mentalizada que estaba para un parto natural que no pude llevar a cabo. En estos casos toda la teoría es preciosa pero poco realista, la cesárea es una cirugía cimpleja , sales desubicada de quirófano de donde entraste con barriga y sales sin ella y sin bebe, aun con anestesia te llevan a recuperación un sin poder coger a tu bebe, cuando e te a pasado el efecto de l anestesia y empiezas a sentir el dolor l que le sumas lo entuertos te suben a planta y te dan un bebe que tienes que reconocer como tuyo y supestmente sentir un amor a primera vista pero lo que sientes es desconcierto y crees vque nunca tr recuperarás de esta. Yo en ese momento di el pecho , me tuvo que ayude mi pareja porque no podia moverme en absoluto, era un vegetal dandose cabezazos contra todos aquellos libros que había leído sobre partos humanizados en los que no e contemplaba un nacimiento por cesárea, solo se sacralizaba como si quien no tuviera otra opción fuera de antemano mala madre. El caso es que ya no es l propia voluntad que interfiere o la sociedad en la lactancia materna en ese caso sino el hecho de que te acaban de operar de forma traumática y a la vez que no puedes ni aguantarte un pedo tienes que cuidar a un recien nacido.
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